
La Corporación Scalabrini recuerda la muerte de San Juan Bautista Scalabrini: un ejemplo vivo para la Iglesia y la sociedad.
El 1 de junio recordamos con gratitud y profunda reverencia la muerte de San Juan Bautista Scalabrini, obispo y fundador, a quien la Iglesia reconoce como el Padre de los Migrantes. Su vida, marcada por una entrega incansable a los más vulnerables, fue un reflejo claro del Evangelio vivido con radicalidad, compasión y visión profética.
Scalabrini no solo vio la realidad migratoria de su tiempo con ojos humanos, sino con el corazón de Cristo. Supo interpretar los signos de la época, reconociendo en cada migrante no un problema social, sino una oportunidad para amar, servir y construir un mundo más justo y fraterno. Su legado sigue vigente y más necesario que nunca.
En un mundo que aún alza muros en lugar de puentes, Scalabrini sigue siendo un faro que ilumina el camino de la acogida, la integración y la defensa de la dignidad humana. Su vida fue un testimonio del amor cristiano en acción, y su muerte, ocurrida el 1 de junio de 1905, selló con santidad su compromiso por el Reino de Dios presente en los caminos de los migrantes.
Scalabrini nos recuerda que la fe verdadera se traduce en acción, y que morir con el corazón lleno de amor por los más pequeños es, en verdad, vivir para siempre. Su legado es una luz que sigue guiando a la Iglesia hacia una fraternidad sin fronteras.
La Corporación Scalabrini honra su memoria renovando su misión: acompañar, servir y defender a los migrantes, refugiados y desplazados, inspirados en su ejemplo y animados por su espíritu. Que su vida siga siendo inspiración para la Iglesia y la sociedad, y que su legado nos impulse a construir comunidades más humanas, solidarias y abiertas al otro.
San Juan Bautista Scalabrini, ruega por nosotros.