Al principio Dios desplegó
la tierra como sabana sin doblez.
No tenía costuras, ni remiendos,
tampoco zancas o fronteras.
Corrían los ríos, volaban los pájaros,
hasta el hombre conocía una sola vecindad.
Nacimos viandantes,
peregrinos como las semillas
en matrimonio continuo con el viento.
Un día nos topamos en Babel,
alguien se proclamó dios
y marcó su territorio,
así como hacen los lobos.
Nacieron las fronteras,
se inventaron los cercos,
nos apoderamos de la libertad
y recogimos aquella sabana de inmensidad.
El hombre se volvió frontera,
pintó su campo,
creó privilegios y divisiones
y murió el hombre viandante…
Hasta nos prohibieron pedir refugio,
es palabra prohibida,
somos apestados que contagian,
ensuciamos sus muros y ciudades.
hoy nos quieren muñecos de este juego…
Autor: P. Flor María Rigoni.
¡Señor, tu eres mi refugio!
Esta afirmación bíblica que recurre muchas veces en los salmos como expresión del pueblo, del perseguido, del desterrado, parece hoy haber sido sepultada en la política de Colombia y en muchas partes del mundo. Nuestro corazón como que se ha vuelto de piedra, ha dejado de ser esponja que se empapa de agua, pero también de misericordia y de compasión. El Secretario de Naciones Unidas para los Refugiados llegó un día a denunciar el cansancio de la compasión (the fatigue of compassion). Una expresión que podemos repetir en nuestros días: es difícil encontrar puertas abiertas, menos aún brazos abiertos. Se levantan muros y barreras, prejuicios y xenofobia, hasta llegar a las ofensas verbales y al rechazo y deportación.
Nos preocupemos de los pájaros, hasta de los gatos y perros abandonados y el refugiado cuenta menos que ellos. En ciertas naciones se olvida la memoria de haber sido nosotros mismos un día refugiados o migrantes, de haber tocado a una puerta ajena, de haber extendido la mano por un pedazo de pan o de compasión. Recuerda el amargo desahogo de una refugiada: si me rechazas, por lo menos no me niegues una migaja de compasión. La tristeza toca su fondo cuando el pais que te rechaza es culpable de colonizaciones del pasado, de régimen autoritario o de políticas económicas que ha saqueado mi patria y enriquecido a quien hoy quien me levanta hilo de púas.
Quisiera terminar añadiendo a las bienaventuranzas de Cristo en el monte esta aún:
¡Bendecidos sean ustedes que abren un rincón para el refugiado, porque será ciudadanos del Reino!
Reflexión del Día Mundial del Refugiado.